ODIO VISCERAL

“El odio es un borracho al fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida”.

C. Baudelaire

Una de los mejores recuerdos que tengo de mi paso por la política activa es haber conocido a otros políticos, compañeros, adversarios e incluso amigos, que me han enseñado mucho y bien.

He aprendido que los que no piensan como tú, no por ello son despreciables. Que la vida política da muchas vueltas y hace extraños compañeros de coalición. Que la ideología es interpretable y diferente en el gobierno y en la oposición. Que el bien común debe de ser preferente incluso por encima de tus ideas. Que los principios ideológicos son lo más importante. Y que no hay nada más noble que trabajar pensando en los demás.

Por eso, dentro de un sistema democrático los que no piensan como tú son como mucho rivales y adversarios pero nunca enemigos. Por eso no creo que para conseguir fines políticos valga todo.

Viene esto a cuento del comportamiento visceral, cavernícola y obsesivo que a veces se mantiene por algunos “servidores públicos”. Casi todos tienen trayectorias comunes.

Empiezan siendo serviles y obedientes a los jefes en nombre del Partido.

Escalan posiciones a costa de sus compañeros/camaradas del partido.

Si no tienen el resultado apetecido solo hablan de ideología.

Cuando ganan eliminan a todos los que les pueden hacer sombra y los principios se convierten en uno: Mandar.

Y a partir de mandar se convierten en orgulloso, prepotentes y caciquiles. Suelen repartir prebendas de forma caprichosa buscando beneficios propios y utilizan su cargo como señores feudales con derecho de pernada sobre sus súbditos.

En el fondo lo que tratan de ocultar no es otra cosa que sus debilidades, sus inseguridades y sus mediocridades. No son conscientes que el mandar en una organización es algo pasajero y dada su falta de confianza en ellos mismos reproducen miméticamente el comportamiento de reyezuelos y dictadores sin reparar en que la historia les juzgara.

Se defienden permanentes a través de inventar conspiraciones para entre otras cosas quitar y poner a serviles seguidores.

Personajes negativitas que siempre han necesitado enemigo identificable porque ellos vienen de la lucha contra la dictadura, contra los que no piensan como ellos, contra el resultado de las urnas porque el pueblo es tonto y vota a los que no debe e incluso contra lo que acuerdan ellos mismos con otros, porque si no hay contra que, no saben qué hacer.

Cuando estas obsesiones se hacen patológicas se convierten en peligrosas. Fijaos la de barbaridades que se han hecho en el nombre de Dios o para liberar al Pueblo.

Pero no quiero irme por las nubes y apuntar tan alto, al fin y al cabo ni he conocido a ningún miembro de la inquisición, ni a ningún miembro de ETA.

Lo que si he conocido y conozco es a algún insatisfecho político que como diría Groucho ...” partiendo de la nada ha alcanzado las más altas cimas de la miseria”. Es tal el grado de inseguridad e insatisfacción consigo mismo que solo le place perseguir a los que considera enemigos y como no encuentra confrontación, porque si uno no quiere dos no se pelean, enjuaga en alcohol sus penas sin darse cuenta de cómo se sueltan las lenguas a altas horas de la madrugada en los locales de moda de la localidad.

Por eso necesita darse por aludido e indignado ante opiniones diferentes aunque sencillamente ni se le nombre.

Para este elemento la sospecha forma parte de su condición, de su naturaleza, mucho más que la tarea de comprender la realidad que a menudo se escapa de sus ojos desenfocados que deforma todas las cosas. Como buen desconfiado sospecha de todo lo bueno.

No me digáis que no es triste y tortuoso vivir, o bañado en alcohol, o rebosando odio.

Cuando estas obsesiones se hacen patológicas se convierten en peligrosas. Fijaos la de barbaridades que se han hecho en el nombre de Dios o para liberar al Pueblo.

Pero no quiero irme por las nubes y apuntar tan alto, al fin y al cabo ni he conocido a ningún miembro de la inquisición, ni a ningún miembro de ETA.

Lo que si he conocido y conozco es a algún insatisfecho político que como diría Groucho ...” partiendo de la nada ha alcanzado las más altas cimas de la miseria”. Es tal el grado de inseguridad e insatisfacción consigo mismo que solo le place perseguir a los que considera enemigos y como no encuentra confrontación, porque si uno no quiere dos no se pelean, enjuaga en alcohol sus penas sin darse cuenta de cómo se sueltan las lenguas a altas horas de la madrugada en los locales de moda de la localidad.

Por eso necesita darse por aludido e indignado ante opiniones diferentes aunque sencillamente ni se le nombre.

Para este elemento la sospecha forma parte de su condición, de su naturaleza, mucho más que la tarea de comprender la realidad que a menudo se escapa de sus ojos desenfocados que deforma todas las cosas. Como buen desconfiado sospecha de todo lo bueno.

No me digáis que no es triste y tortuoso vivir, o bañado en alcohol, o rebosando odio.

Cuidaros.