Hasta las últimas elecciones generales, en
este país todo era más fácil. La temida crisis que comenzó en 2007 tenía un único
culpable, el señor Zapatero.
Todo era cuestión de confianza y falta de
credibilidad política porque los mercados no se fiaban del Sr. Zapatero.
Y con una simpleza insultante el PP convenció,
prácticamente a toda España, que cambiando al Sr. Rajoy por el Sr. Zapatero
todo estaba resuelto.
Unos pocos meses después los problemas, ya
sin Zapatero en la Moncloa, se agravan mas cada día, el gobierno se contradice
a diario y lo que es peor el mensaje es desolador, todo va a ir a peor, no hay
de momento luz al final del túnel, y si alguien muestra algún síntoma de
esperanza o sencillamente no se muestra taciturno y triste es un hereje.
Bueno pues yo no quiero morir sin una
sonrisa en el rostro. Me niego a que los dirigentes de mi país me lleven por la
senda de la desesperación, del pesimismo, del no hay nada que hacer, porque lo
dicen los mercados.
Ya. Pero alguien dirá: ¿y qué hacer?
Bien no seré tan prepotente de dar recetas
que otros no encuentran, pero si me atreveré a mirar la historia.
Acababa el siglo XX cuando el Estado en el
que vivíamos presumía de haber conseguido un logro histórico, vivíamos en el
Estado del bienestar. En lo, poquito de siglo XXI que llevamos están empeñados
en una loca carrera para su desmantelamiento y liquidación.
Esencialmente creo que lo que ha cambiado
aprovechando esto de la crisis y los dictados de los mercados es haber olvidado
la misión del Estado.
El Estado
no es más que administrar los recursos públicos, los derechos individuales, cívicos
y sociales de los ciudadanos.
Garantizando la libertad, educación, sanidad,
seguridad, servicios públicos y administración de justicia.
Por eso quiero oponer esta idea histórica
del Estado a la actual tendencia a liquidarlo montando toda una ofensiva en
toda regla contra la función publica.
Parece que para romper la caída económica
es más eficiente recortar los salarios y derechos de los trabajadores públicos que
perseguir el fraude fiscal, por poner un ejemplo.
Si esta ofensiva no se detiene será
imposible que el Estado cumpla su función.
Los logros del siglo XX, se convertirán en
la ruina del siglo XXI.
Seria importante que devolviéramos a
nuestros representantes el poder democrático legítimo que le corresponde y que
fueran ellos y no los tecnócratas de los denominados mercados, lo que tomen las
decisiones que afectan a la ciudadanía.
Tampoco vendrían mal, ya puestos, que
nuestros representantes dejen de mirar más allá de sus intereses inmediatos, y
busquen intereses coletivos.
Es hora de pensar en el bien común por
encima del bien individual. Es hora de convertirse en hombres de Estado.
Por último, otra comparación histórica
recordar que en anteriores crisis económicas.(El crack del 29.El lunes negro
del 87…etc). Ha salido siempre mas reforzado el que invierte que el que ahorra,
el emprendedor que el conservador. No se acaba con el paro recortando salarios
para que no haya gasto, no se acaba con la crisis recortando derechos.
¿ No sería mejor un Estado que generara
obra pública para que esta creara empleo?. ¿Que hiciera circular el dinero en
lugar de meterlo en los bancos para mayor pecunia de sus directivos?.
Algunos pensamos que cuando hay problemas
graves sociales lo que hace falta mas que nunca es la Politica.
Desde el negativismo nunca se ha creado
nada.
Cuidaros